miércoles, 4 de noviembre de 2015

Placeres Culpables-Tributo A "Más" Por Oscar García Blesa / Parte 3 Con Audio De Si Hay Dios

Placeres culpables: “Más”, de Alejandro Sanz III


En algún momento de las navidades de 1997, “Más” alcanzó la cifra de un millón de discos en España, número mágico y síntoma inequívoco de éxito y de haber hecho historia. Celebrábamos en la segunda planta de las viejas oficinas de López de Hoyos la hazaña entre copas de champán y bocados de jamón cuando Saúl Tagarro, presidente de la compañía, aterrizó en vuelo directo desde la tercera planta del edificio. “¿Qué estáis celebrando?” preguntó. “Ha vendido un millón… ¡pero es solo la mitad del camino!”. En realidad (y estoy seguro de ello) Saúl estaba orgulloso de su equipo y del trabajo realizado, pero él, seguramente mejor que nadie en la compañía, hombre del negocio de los de verdad y bregado en mil batallas, sabía que con aquellas diez canciones tenía entre las manos la colección más poderosa de la música española de todos los tiempos. Y no se equivocaba. Los 2,2 millones de discos vendidos solo en España dejaron el record de “Más” en una cifra imbatible, un salto tan largo como los 8,90 de Bob Beamon en Mexico ’68, un número que los estudiosos del negocio tendrán que buscar en las hemerotecas mientras se frotan los ojos.


 
 

Cuando uno escribe sobre artistas suele referirse a ellos por su nombre completo o a veces por hacerlo más corto solo utilizando el apellido. A Alejandro Sanz me gusta llamarle Alejandro a secas. No se trata de un gesto de compadreo ni nada parecido, supongo que a estas alturas a uno la palabra amigo se le queda un poco grande, los amigos toman cañas los domingos y suelen ir al cine de vez en cuando y creo que nunca hemos visto ninguna película juntos más allá de las que nos ponían en el avión desde Madrid a Buenos Aires o de Santiago a Miami. Lo que sí es seguro es que habiendo trabajado muchos años juntos Alejandro indudablemente es colega, un colega de profesión si quieren (en inglés la palabra colleague tiene más sentido), pero colega al fin y al cabo. Es curioso que incluso cuando uno ya no tiene vínculos profesionales con él sigue desplegando un magnetismo único, una especie de cordón umbilical permanente que ata a los que los han tratado in eternis. Uno siente curiosidad por saber cómo le va, por escuchar sus nuevas canciones y desea que le vaya bien de verdad aunque ya no le vaya nada en ello, un don que regala haciéndote socio de su equipo de manera vitalicia.

Supongo que ser artista es muy difícil (imposible ponerme en su lugar). Y también es difícil admitir verdadera admiración por gente con el talento de hacer cosas de las que tú no eres capaz. Los aduladores y aprovechados suelen merodear cerca de las estrellas. La adulación suele ir acompañada de mentiras y el pelota casi siempre es incapaz de enfrentarse con el artista a la hora de decirle, por ejemplo, que algo de su producción no es bueno o sencillamente no le gusta. A mayor tamaño del artista, mayor el temor a decir la verdad, una ecuación bastante idiota que me temo que no hace favor alguno. Son los artistas/personas los que en última instancia deben discernir quienes les quieren de verdad y quienes se acercan con intereses exclusivamente particulares, una delgadísima línea que seguramente también les provoque cierto sentimiento de soledad a pesar de estar permanentemente acompañados, toda una paradoja.

Sigue...

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