jueves, 5 de noviembre de 2015

Placeres Culpables-Tributo A "Más" Por Oscar García Blesa / Parte 4 (Y Fin)

Placeres culpables: “Más”, de Alejandro Sanz IV


A veces, cuando leo una crítica relacionada con su trabajo observo, aunque aparentemente no sea de una manera demasiado evidente, cierta condescendencia con sus canciones, se le atribuye el éxito (obviamente innegable) pero se le niega el mérito artístico que le ha llevado a lograrlo. Esa epidemia de base atrincherada esencialmente en una envidia trasnochada da bastante pena, una idea sujetada con el pueril argumento de no ser un artista cool, una lectura tan estéril como zafia y rencorosa, pero muy española, eso sí. Sus canciones han emocionado y emocionan a millones de personas, ya no solo en España sino en muchos ­–por no decir todos– los países de América, un enorme ejército de seguidores que poco o nada les importa el significado de la palabra cool.

 

Para una gran mayoría de críticos resulta inverosímil disfrutar de las canciones de Alejandro Sanz al mismo tiempo que se celebran las nuevas grabaciones de, por ejemplo, Los Planetas. De hecho, solo mencionándolos en un mismo párrafo, parece que uno esté profundamente enajenado bajo los influjos de quién sabe qué tipo de sustancia alucinógena. Por el motivo que sea (mí única conclusión la encuentro en escopetas de gafapasta cargadas de envidia y celos) estas cosas no ocurren fuera. Cuando una canción alcanza el estatus de icono en Inglaterra, por ejemplo, por muy moña que sea si es que este fuera el caso, los artistas y medios le rinden el tributo que merecidamente se ha ganado. Esa muestra de respeto ya no es solo hacia el artista que la ha creado, por extensión es también una deferencia y gesto de cortesía a todas las personas que han escogido la canción como una parte importante de sus vidas. Me viene a la cabeza la versión de Coldplay de la canción ‘Back for good’ de la boyband (manda huevos) Take That. A priori Coldplay representan el paradigma del grupo comercial pero creíble, y al igual que el resto de la prensa británica no muestran remilgo alguno cuando toca homenajear (o criticar si es necesario) las joyas que han hecho del pop inglés santo y seña de la música popular. Desgraciadamente por aquí trabajamos mucho mejor el chismorreo y la crítica de taberna, olvidándonos que, tal vez, solo tal vez, aquel tipo con el corazón partío tenga en el fondo un poquito de talento.

Ya sea lleno de mermelada, crema chantilly o de sirope, Alejandro Sanz siempre incluye ingredientes comestibles para todos los públicos (comestibles a su pesar incluso para aquellos que juegan a los haters desde sus naves nodrizas de independencia mal entendida). Todos y cada uno de sus discos esconden momentos de celebración efervescente, canciones pop construidas a base de matices, poesía y pequeños detalles cocinados por un tipo de estilo inimitable que sabe lo que hace. Es verdad que “Más” es solo un disco, posiblemente ni siquiera su mejor trabajo, pero regresar a él es un ejercicio de tributo necesario, un trabajo comercial que cambió las reglas del mercado, el disco que en muchos aspectos redefinió las normas del negocio y marcó nuevas metas para el resto de artistas que legítimamente aspiraban alcanzar los mismos resultados, la cumbre de un músico y compositor privilegiado. Y ya lo decía Elvis Presley, millones de fans no pueden estar equivocados.


Fin.


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