
'Los chulos' es un disco fuertemente ligado a una época y a una cultura, que fuera de aquel sistema de referencias se convierte en una anomalía desconcertante. Si rebobinamos la historia y nos situamos en el intenso Madrid de los 80, nos encontraremos con el joven Alejandro en el centro de una compleja colisión de influencias musicales: él siempre cuenta que, en la adolescencia, le gustaba especialmente el heavy de Iron Maiden, Judas Priest o Whitesnake, pero acabó currándose un repertorio de versiones de flamenco ligero en el duro circuito de salas de fiesta, cabarés y puticlubes. Aquel ambiente noctámbulo y canalla propició su acercamiento a dos figuras de marcada personalidad: Antonio Arenas, veterano guitarrista que grabó el primer disco de Camarón y 'bautizó' a Manzanita, y su sobrino Miguel Ángel 'Capi' Arenas, afamado productor, descubridor de talentos y fabricante de estrellas. El primero metió a Alejandro en un trío de sevillanas llamado Sol y Arena; el segundo, consciente de que la voz y la sonrisa pilla del cantante daban para empresas más modernas y vendibles, impulsó la grabación de 'Los chulos son pa cuidarlos'.
El bisoño chaval de Moratalaz se vio así sumergido en la facción más vistosa y excesiva de La Movida, alternando con gente como Fabio McNamara o Luis Miguélez, que parecía recién aterrizada de otro planeta. "Yo no conocía homosexuales y, de pronto, estaba rodeado", evocó recientemente el artista en una entrevista con XL Semanal. El álbum está impregnado de la estética 'cutrelux' que tanto fascinaba a sus nuevos amigos, y la portada y la contraportada pueden contemplarse como una apoteosis del glamour arrastrado y la sofisticación de mercadillo: en las fotos de Pablo Pérez Mínguez, Alejandro combina osadamente casaquilla de torero, camiseta de 'smiley' y gorra hiphopera, en un 'collage' de estilos que se sitúa entre lo risible y lo pavoroso. El contenido musical es obra de 'Capi', Antonio Arenas y Luis Miguélez, que en aquella época era guitarrista de Dinarama y aparece en los créditos como Sagrario Deloína y L.M. Valbuena. Es una suerte de tecno-rumba de auto de choque, con letras de intención jocosa en las que se alían la desfachatez ochentera y el costumbrismo aflamencado. El propio Alejandro solo compone un tema, 'Tom Sayer' (sic), en el que aporta su visión personal del personaje de Mark Twain y se las apaña para meter "Huckleberry Finn" en el estribillo.
Para mirarle el culo

No resulta sencillo encontrar a alguien que posea el elepé. Hay que acudir a sibaritas como el pinchadiscos bilbaíno Alejandro Arteche, propietario de una vasta colección de rarezas y curiosidades en la que figura el cotizado debut de Alejandro. ¿Qué opina él de 'Los chulos son pa' cuidarlos'? "El disco en sí es una absurdez de esas a las que nos tenía acostumbrados Miguel Ángel Arenas en los 80, cuando sacó varios subproductos de este tipo al mercado. El rollo gay petarda, mezclando pop con toque flamenquito, igual hacía mucha gracia cuando se reunían todos estos en la casa de los pintores Costus y McNamara se ponía a hacer sus números, pero sacado de ese contexto da mucha vergüenza ajena. Le salió bien la jugada en el 85 con el 'Arriquitaun' de Laín y quiso repetir el chiste cuatro años después con Alejandro Magno, pero es que era una cosa que no había por donde cogerla", analiza. A juicio de Arteche, su condición de 'disco perdido' ha acabado agigantándolo: "Se le ha dado más bombo del que merece precisamente por el secretismo de Alejandro Sanz, y yo tampoco veo mucha diferencia entre el bochorno de las canciones de este disco y cuando Sanz abre ahora la boca en los medios explicando el título de 'Sirope' o cosas así. Es decir, tampoco ha cambiado tanto este hombre. Es un disco que no tiene mérito ni como curiosidad ni como chiste ni como nada".
"No fue un disco de Alejandro Sanz. Es mío, claro, pero es otra cosa", argumentaba el cantante en su conversación con XL Semanal. En su beneficio hay que apuntar que su antipatía hacia 'Los chulos' no afectó a su aprecio por sus compinches de aquel periodo. Fue el propio Alejandro Sanz quien hizo posible la edición de 'Rockstation', el disco que Fabio McNamara y Luis Miguélez firmaron en 2001, que en cierto modo supuso una actualización rotunda y espléndida de aquella subcultura tan locuela y colorista de los 80. Lo de los chulos puede estar abierto a discusión, pero los amigos son pa' cuidarlos.
Fuente: El Correo
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